miércoles, 9 de febrero de 2011

Un sueño, un antes y un después


Una tarde de invierno muy fría, el timbre sonó, estaba solo en casa, abrí la puerta y un señor hallé, sin trabajo ni hogar, que quería comer. Yo enfadado le dije que se fuera. Aquel hombre, callado y cabizbajo, se fue… Pasaron los meses, era octubre, mis padres en el paro, sin dinero, sin comida y pronto sin hogar, el banco nos lo embargaría y así fue, al poco tiempo el banco nos embargó nuestra casa y en la calle nos tuvimos que ver, allí pasando frío, hambre…
Una noche entre cartones, muerto de hambre y tiritando de frío, de aquel hombre me acordé. Pasaron los días y mis padres no encontraban empleo, supongo que por su sucio aspecto y su olor.
El diez de diciembre era el día de mi cumpleaños y mis padres querían que, al menos, ese día comiera en condiciones. Fuimos de casa en casa, de restaurante en restaurante y todos nos decían que nos fuéramos. En aquel momento de impotencia también me acordé de aquel hombre…
Cuando ya nos dimos por vencidos, pasamos por delante de nuestra antigua casa, vimos que estaba habitada y decidimos intentarlo por última vez. Fuimos, llamamos y…, nos abrió la puerta el señor al que yo le dije que se fuera. Agaché la cabeza, avergonzado, con el fin de que no me conociera. Él sí que nos ofreció un plato de comida; Una vez me acabé el plato y le di las gracias, me dijo al oído: “¿Me has conocido?” (Yo pensé que él no me había reconocido, pero estaba equivocado). Le contesté que sí y él riéndose me dijo que…
Entonces me desperté, todo había sido un sueño, pero mi forma de ser había cambiado por competo.

Albert Pérez, 3r B

No hay comentarios:

Publicar un comentario