miércoles, 2 de marzo de 2011

PETITA


De gran vull ser petitoneta
jugar amb un trenet petit
veure coses sense maldat
tenir aquella felicitat.

Cansada d’aquells adults madurs
insensibles i ronyosos
que es pensen que sóc petita
i no em deixen tranquil·la.

Com quan era petitona
pintar-me la meva carona
imaginar-me petjades
que mai he pogut donar-les.

Intentar contestar preguntes
que les respostes no les sé
quan ma mare m’aplaudia
per les dents que em sortien.

Per totes aquestes raons
de gran vull ser petitona
i saber riure com només
ells, els petits saben fer.

Alba Batalla, 3r A

miércoles, 23 de febrero de 2011

CANCIONES QUE SUENAN A PALABRAS


Estoy sentado en el último asiento del autobús, son las 3 de la madrugada, pero no puedo dormir. Oigo a los músicos tocando mis canciones, en la parte delantera del autobús; mi mánager se sienta delante de mí, duerme como un tronco y su móvil no para de vibrar, lo noto. El coro se pasa "pastis" a través de los asientos del autobús; Roger hace que me manden una, la recibo por debajo del asiento, con tal de que Tom no se entere... Me la tomo de un golpe, ahora podré dormir...
Noto el sol a través de las cortinas, será tarde o temprano, no lo sé, no abro los ojos, no puedo, estoy demasiado cansado, me siento como una bolsa de basura. Alguien me da un golpe, abro los ojos al instante, es Roger, es el batería, su novia es corista, muy buena y hermosa. Los dos están metidos en las drogas, pero que les voy a decir, yo también lo estoy…
Somos un grupo, uno de los más famosos de Nueva York, yo soy el principal, el más importante y ellos lo saben. Me meto coca antes de llegar a la gasolinera, lo necesito para sentirme bien.
Bajamos del autobús a estirar las piernas y fumar los últimos pitis. Tengo que comprar más paquetes, casi no tengo.
Roger me comenta los últimos arreglos de guitarras, pero no le prestó atención; observo los coches que pasan a toda velocidad, cierro los ojos, oigo mi canción favorita y estoy sentado en mi porche con mi hermana. Los abro y vuelvo a ese mundo lleno de envidia, drogas, competición, mala vida, traiciones, ¿valdrá la pena?, me pregunto cada día…
Oigo como Roger me dice si estoy bien, me mareo, noto algo en la nariz: es sangre, caigo al suelo, mi cigarrillo cae y se apaga con el contacto del asfalto, mi cabeza cae en picado contra el suelo, un golpe fuerte se oye, la gente se gira, corren hacia mí, oigo la sirena de la ambulancia, cierro los ojos y noto que caigo en un sueño.
Huelo a flores, estoy en una cama, cómoda, el tacto de las sábanas son suaves, reconozco la voz de Melody, abro los ojos, estoy en el hospital. Melody corre y me da un abrazo, en ese momento entra Tom que echa a Melody rápidamente; parece enfadado…
- ¿Qué ha pasado?
- ¿No lo sabes? Se llama sobredosis.
- Lo sabías desde hace tiempo, venga ya.
- Cierto, pero tu estúpido vicio, hasta ahora no me había hecho anular un concierto.
- Así que solo te preocupa eso…

Es día 6 de Enero. Son las 20:00h en el auditorio de la calle Evergreen Terrace. Gracias a los médicos estoy mucho mejor; hace 6 semanas que no consumo nada, bueno, solo una cosa, el tabaco. Me siento bien y me gusta.
Los focos se encienden, la gente empieza a gritar, aún falta, tienen que tocar los teloneros, oigo a la gente desanimarse al ver que no somos nosotros.
Después de estar observando el público unos instantes, me dirijo a mi camarote, tengo sed y la pintura que llevo en la cara me molesta, me pica. Como de costumbre está Roger, sentado en la butaca vieja, es tan cómoda, me acompaña a todos lados…
- Roger, en poco empezamos, para de meterte coca y ponte la pintura.
- Ya está, te juro que no podría vivir sin esta mierda, ¿quieres?
Roger me muestra la coca, parece buena muy buena. Me pongo nervioso, intento pensar en los médicos, en todo lo que me han dicho, pero no puedo, se me hace la boca agua, total por esnifar una vez, no significa que me enganche otra vez, ni mucho menos. Cojo la mercancía, sin decir nada, Roger me mira fijamente, esnifo de un golpe.
- ¿Cómo te ha sentado?
- Bien, bien, pero me mareo, déjame sentarme.
- Lo que daría tío yo, por esa sensación, por la sensación de cuando esnifas por primera vez, yo ahora, ya no noto nada, solo noto algo cuando no tomo. Y es horroroso.
Tom llama a la puerta
- 3 minutos para entrar al escenario.
- Sí, sí, ya vamos. (Roger lo dice muy nervioso)
Esconde la coca dentro de un cojín, se pasa polvos por la cara, coge sus baquetas, están horriblemente viejas, y se va por la puerta. Me levanto, noto que floto, cojo mi guitarra, me dispongo a ir hacia el escenario, todo está listo, tres, dos, uno, ya.

La gente grita, Roger y Melody se miran, Ben (el bajista) saca la lengua y yo empiezo a saltar como un loco
- ¡ Buenas noches Nueva York! (grito)
Tocamos nuestra primera canción, habla sobre mi gran amor, obviamente no estoy con ella, pero la quise tanto...; está canción me gusta, así que nunca la olvidaré, fue alguien tan grande para mí...
Seguimos tocando, no nos damos ni un respiro, la gente está disfrutando, lo noto, lo sé.
Nos damos un descanso de 10 minutos, nos sentamos y me dan agua. Respiro y observo a mis compañeros cansados y risueños.
Volvemos a la acción. Al entrar en el escenario, me fijo en una chica; no sé cómo se llama, lo que sé, es que es preciosa. Tiene un pelo liso de color granate y unos ojos azules que hipnotizan a cualquiera. Ella me mira fijamente; se para el mundo por un instante.

Alba Batalla, 3r A

martes, 22 de febrero de 2011

PALABRAS QUE SUENAN A CANCIÓN


Estoy sentada en un banco, en Central Park, me distraigo mirando a la gente pasar, son tan diferentes y al mismo tiempo tan iguales. Me llamo Cindy, tengo 22 años y dedico la mayor parte de mi tiempo a escribir letras, letras de canciones, muchas de ellas para artistas famosos cuyos nombres no puedo mencionar por unas cláusulas que me hicieron firmar. Me gusta estar sentada en un banco, escuchar atentamente los sonidos de la ciudad, a veces, desconecto entro en mi mundo perfecto, donde no se sabe cuándo acaba la realidad y empieza la ficción. Me gusta, me siento libre, sin preocupaciones, sin miedo a nada y a nadie, y cuando parece que todo es perfecto... ¡MEK! Se oye el sonido de un atasco de hora punta en Central Park. Todo mi mundo se va al traste, todo se acaba y cuando miro el reloj ya es la hora de comer. Me levanto del banco y me voy. De camino a casa, encuentro un restaurante italiano, ¡me encanta la comida italiana! Así que entro y pido, de primer plato una ensalada ya que me gusta comer sano, de segundo plato me pido unos espaguetis a la italiana. Mientras espero a que me traigan la comida, me sorprende algo que dan por la televisión, son las noticias, hablan sobre un cantante de Rock, Erik creo que se llama. Me parecía que yo había hecho alguna letra de canción para él, no estaba segura pero me sonaba. Al fin me traen la comida, como, pago la cuenta y decido irme a casa. Justo estoy poniendo la llave en el cerrojo de la puerta de casa, cuando suena el teléfono, entro corriendo tan rápido, que me tropiezo con la alfombra, con la mesa del comedor, con el sofá, pero al fin llego al teléfono y respondo.
Nada, he llegado tarde, pero bueno, si es algo urgente ya volverán a llamar. Me siento en el sofá y de repente me pasa una melodía por la cabeza y … también una letra pegadiza, cojo papel y bolígrafo y voy escribiendo lo que se me va pasando por la cabeza. Creo que acabo de componer una nueva canción, pero aún le fallan unos ajustes. Miro la hora y veo que es la hora de la siesta. Aquí en América la hora de la siesta no existe, pero como en España yo hacía la siesta cada día pues ya es la costumbre. Así que me pongo a dormir. Me cuesta un poco, por el ruido, tengo unos vecinos muy escandalosos, se pasan el día chillando y moviendo los muebles, al fin me duermo ¡ÑEK! Me despierto de golpe, son los vecinos que deben de estar cambiando el sofá de sitio, otra vez. Me levanto, porque sé que no me volveré a dormir. Miro el móvil y… 6 llamadas perdidas de una amiga.” Madre mía”, pensé si le habría pasado algo y yo aquí durmiendo, tan feliz. La llamo, rezando para que no le haya pasado nada malo. No da señal, me preocupo, miro el móvil. ¡Buf! Suspiré; soy yo, que no tengo cobertura. Salgo a la terraza y lo vuelvo a intentar a ver si con cobertura tengo más éxito. Da tono, eso es buena señal. Y al fin contesta.
- ¡Ya era hora! -contestó ella nada más coger el teléfono.
Estuvimos hablando un buen rato, hasta que de repente saca el tema del concierto donde canta el cantante Erik. Entonces ella me pregunta:
- ¡Oye! Si no tienes nada que hacer, si tu agenda no está muy apretada, ¿me podrías acompañar al concierto?
- No sé, no tengo muchas ganas- le respondo, pero ella es una de esas personas, que no se da por vencida tan fácilmente. Así que, mejor le digo que sí porque si no, no va a parar y además, me duele la cabeza y no estoy para que me la hinchen más. Así que le digo que sí y le pregunto el día y la hora.
- El día 6 a las 20:00h en el Auditorio de la calle Evergreen Terrace- Me dice.
- Está bien, pues- le respondo.
Cojo el teléfono y cuelgo. Miro la hora, (suspiro) y ya son las 6. Voy a la nevera a ver qué tengo para cenar; la abro y solo tengo dos míseros huevos y un trozo de lechuga. Con eso tendré que improvisar algo para comer. Decido ir a mirar la tele a ver si hacen algo interesante, pero nada y de golpe ¡PAF! Me quedo dormida, otra vez en el sofá. “No sé cómo puedo tener tanto sueño” al fin me despierto y vuelvo a mirar el reloj, ¡ya son las diez! Voy a abrir mi mísera nevera e intentar hacerme una cena decente con lo que tengo. Consigo hacerme una tortilla de dos huevos y una cosa, que no sé ni cómo se le puede llamar ensalada ya que solo son dos trozos de lechuga con un poco de agua; no me he molestado ni en escurrirlos. Acabo de cenar y me pongo a ver la tele; de repente me empieza a coger otra vez sueño y me vuelvo a dormir en el sofá. Me despierto y miro el reloj y solo son las cuatro, me levanto del sofá apago la televisión y me voy a mi cama, a ver si puedo dormir hasta las siete por lo menos.
Estoy tumbada en la cama y no encuentro la postura para dormirme. Al fin la encuentro, pero de golpe mi cabeza empieza a hacer ruido, empieza a pensar.
Piensa en canciones, en letras, en sonidos, en coches, en nombres de calles y también pienso en el cantante del concierto que tiene que ir el día seis, Erik.
Abro los ojos y digo en voz alta, hablando sola:
- ¡ No puede ser!
Cojo el iPod y me pongo la música a tope, así no oiré a mi cabeza pensar. Me duermo.

¡ TOC, TOC, TOC!, llaman a la puerta. Me levanto medio dormida pensando, quien podía ser. Abro la puerta y veo un repartidor de paquetes.
- Cindy, Cindy Roberts?- pregunta.
- Sí, soy yo- respondo.
Y me da un paquete, un paquete enorme. Y no tengo ni idea de lo que puede ser. Lo abro y veo una nota, que pone:

• Querida Cindy, ya sé que no te gusta mucho ir de compras así que me he tomado la libertad de comprarte un vestido para el concierto de esta noche. Tu amiga que te quiere, Lidia

Es lo único que puedo pensar en este momento, que tenga buen gusto y el vestido me guste.
Abro la caja poco a poco, descubro un elegante vestido negro, no muy largo, por encima de las rodillas. Con un bonito escote palabra de honor. ¡ Me encanta! Ha acertado. Pasan las horas y cada vez está más cerca la hora del concierto. Decido irme a duchar. Al salir de la ducha, me pongo el vestido que me ha regalado Lidia. Me maquillo un poco y ya. Cuando estoy a punto de ponerme los zapatos suena el timbre, es Lidia, que ya está impaciente y me está gritando para que me dé prisa. Me pongo los zapatos, cojo el bolso, las llaves de casa, el móvil, así que salgo corriendo por la puerta. Lidia ya me estaba esperando en el taxi. El taxi nos lleva hacia el Auditorio y una vez estamos allí entramos y tomamos asiento.
Se apagan las luces y se ve cómo una persona se dirige hacia el centro del escenario. ¡PAM! Se enciende una luz blanca iluminando al cantante, a Erik. Y entonces oigo en mi cabeza que empieza a pensar…
“Es que es tan guapo, esa cara de ángel y a la vez de demonio, esos ojos verdes, esas manos, esa voz tan sexy.”
No me lo puedo creer, me estoy enamorando.

Júlia Serena, 3r A

domingo, 20 de febrero de 2011

El gigante de los Andes


Los amigos aventureros se encontraban en una de las más grandes montañas de los Andes. Entraron en una cueva muy oscura y profunda, con diferentes caminos; parecía un laberinto. Llevaban consigo linternas y palos. De repente oyeron un ruido; mirando en uno de los caminos vieron una luz de antorcha. Nadie se atrevía a acercarse, aún más, algunos querían huir. Repentinamente vieron a un gigante parecido a un mono; era un Yeti. Él corrió hacia ellos furioso, pues lo habían interrumpido en su siesta. Ellos corrieron rápidamente por los caminos laberínticos, refugiándose en uno estrecho. El Yeti no podía pasar, pero tampoco había salida en ese camino. Esperaron allí dos horas pero el Yeti no se movía de allí, sino rugía amenazándolos. Ellos se unieron a una, alzando los palos y golpeándole en la cabeza; mas para el Yeti eso eran como acaricias, es más, rompió sus palos con sus manos, y no alcanzó a herirlos.
Sólo un palo había quedado, con el que intentaron hacer una salida. Consiguieron escapar por el canal que habían abierto.
El Yeti no se dio por vencido, sino que corriendo salió de la cueva para alcanzarlos, pero se vio separado por un pequeño barranco. Saltó hacia ellos, aunque no llegó; mas pudo cogerse en el borde en donde estaban ellos. A pesar de muchos intentos, no podía subir; iba poco a poco perdiendo la fuerza. Los jóvenes lo observaban. Viéndose perdido, se puso a llorar, y ellos, compadecidos, le ayudaron a subir. Agradecido por esto no los hirió, sino que se hizo su amigo. Y como temía volver a saltar el barranco para ir de nuevo a su cueva, anduvo con ellos empezando una nueva aventura.
¡FIN!


Tot de Déu Herrera y Marc Raventós, 3ºA

viernes, 11 de febrero de 2011

211212

211212

Esta tarde es una tarde cualquiera, la única diferencia es que he empezado mi programa de televisión, mi propio programa. Hablaré sobre el apocalipsis, y no sé si va a ser del agrado de la gente, solo espero que obedezcan todas y cada una de las órdenes que iré dando.
Estamos a 21 de noviembre de 2012, y tan solo falta un mes para el fin del mundo. Yo de vosotros construiría un búnker con reservas de alimentos y bebidas para una semana aproximadamente. Yo lo haré.
Ya sé que para ser mi primer programa les va a parecer corto y simple, pero es mucho mas importante de lo que se imaginan.
Ha pasado una semana desde que empecé mi programa, y cada vez va peor; está perdiendo mucha audiencia, y hasta he salido en el periódico con el rídiculo título de “un loco nos toma por tontos”. Yo les puedo asegurar que no estoy loco, y tengo muchos conocimientos sobre el tema. Repito y exijo que la gente obedezca, pero cada vez veo más claro que la gente se lo toma a cachondeo.
Hoy se emitirá mi ultimo programa, y no podré estar con ustedes ya que estaré preparándome para el gran día; además pronto girarán los ejes de la tierra y no habrá nada de electricidad. Ya sé que les voy a parecer pesado, pero, por favor, háganme caso, no les cuesta nada construir un simple refugio y coger un poquito de comidita, y en cambio, si no lo hacen les va a costar toda una vida.
Cuando faltaba una semana para el gran día, me metí en el búnker, por si acaso se adelantaban mis cálculos. No salía para nada. Yo me quedaba resguardadito allí dentro.
Hasta que llegó el esperado día, el 21 de diciembre de 2012. El día ya no empezó normal, habitualmente empieza a amanecer a las 6:00, y ese día no salió el sol, yo desde dentro oía las voces que los transeúntes pronunciaban: “... que raro, hoy no sale el sol, ¿y si es verdad lo que dijo aquel chalao?”; aunque también oía voces contrastando la opinión, diciendo “... qué va a ser verdad, aquel tío se lo ha tinventado todo...”.
Todo iba bien, hasta que a las 12 del mediodía, escuché un relámpago, y el búnker empezó a temblar. La gente llamaba a la puerta. Querían entrar todos. Yo los ignoraba, aunque me doliera.
Esperé un par de días para salir de mi refugio. Todo estaba lleno de polvo, y a mi vista no había nadie. Empecé a caminar sin rumbo, sin saber qué hacer ni adónde ir. Al final de la calle vi un barranco, y bajo el barranco me pareció ver a una mujer.
Le empecé a gritar y a hacer señales, pero no respondía a ninguno de mis gestos. Decidí irla a buscar. Mientras bajaba me tropecé con una gran piedra, y me precipité hacia abajo. De repente oí una voz que decía: "-Cosemeeee, levántate que tienes que acabar la historia para mañana".

Iván Fernández, Marta López y Kevin Violat de 3r B



jueves, 10 de febrero de 2011

El robo


Al llegar a casa, mi madre me echó la bronca y todo porque me habían robado el collar de oro que mi abuela me había regalado entes de fallecer. Bueno, mejor os explicaré toda la historia, pero desde el principio.
Todo empezó como en todos los fastidiosos días de clase, pero lo que iba a suceder ese especialmente sería mucho peor. Mi amiga Carla me pasó a buscar y fuimos hacia el cole. A primera hora, como era jueves, teníamos catalán. Era un poco tostón, pero como decía mi padre “Algún día te servirá de algo”. Yo, sinceramente, no acababa de creérmelo.
Por suerte para mí, el profesor de catalán no estaba ese día, y vino un profesor de guardia. La hora se pasó rápido y luego teníamos francés, eso sí que se me daba bien. Teníamos examen y no había podido estudiar, pero me fue bastante bien, al fin y al cabo.
Después del patio fuimos al aula de música y luego…
Pasó en esa clase: me robaron el colgante. Todo era normal, me vestí y la profesora de Educación Física me hizo quitar el colgante, como siempre. Lo dejé en la mesa que estaba en un lateral de la pista. La clase transcurría como de costumbre, el problema fue cuando fui a recoger el colgante y… ¡El colgante no estaba!
Me pasé todo el día buscándolo y ni rastro. Al llegar a casa, la historia ya la conocéis. Al día siguiente también tenía Educación Física. Yo estaba un poco “depre” por lo del día anterior ya que le tenía mucho cariño a ese colgante. Fui a dejar mi anillo de la surte y… ¡Pues sí que era de la suerte!
Resulta que el colgante de mi abuela se había caído de la mesa y se había quedado escondido detrás de una pata. Al llegar a casa estaba muy triste y mi madre, enfadada por lo del día anterior, pero al enseñarle el colgante se le cambió la cara de golpe.
Y así terminó la historia.

Daniel Rodríguez, 3r B

miércoles, 9 de febrero de 2011

Un sueño, un antes y un después


Una tarde de invierno muy fría, el timbre sonó, estaba solo en casa, abrí la puerta y un señor hallé, sin trabajo ni hogar, que quería comer. Yo enfadado le dije que se fuera. Aquel hombre, callado y cabizbajo, se fue… Pasaron los meses, era octubre, mis padres en el paro, sin dinero, sin comida y pronto sin hogar, el banco nos lo embargaría y así fue, al poco tiempo el banco nos embargó nuestra casa y en la calle nos tuvimos que ver, allí pasando frío, hambre…
Una noche entre cartones, muerto de hambre y tiritando de frío, de aquel hombre me acordé. Pasaron los días y mis padres no encontraban empleo, supongo que por su sucio aspecto y su olor.
El diez de diciembre era el día de mi cumpleaños y mis padres querían que, al menos, ese día comiera en condiciones. Fuimos de casa en casa, de restaurante en restaurante y todos nos decían que nos fuéramos. En aquel momento de impotencia también me acordé de aquel hombre…
Cuando ya nos dimos por vencidos, pasamos por delante de nuestra antigua casa, vimos que estaba habitada y decidimos intentarlo por última vez. Fuimos, llamamos y…, nos abrió la puerta el señor al que yo le dije que se fuera. Agaché la cabeza, avergonzado, con el fin de que no me conociera. Él sí que nos ofreció un plato de comida; Una vez me acabé el plato y le di las gracias, me dijo al oído: “¿Me has conocido?” (Yo pensé que él no me había reconocido, pero estaba equivocado). Le contesté que sí y él riéndose me dijo que…
Entonces me desperté, todo había sido un sueño, pero mi forma de ser había cambiado por competo.

Albert Pérez, 3r B

lunes, 7 de febrero de 2011

Dos historias


En la oscuridad

Al principio no veía nada, pero a medida que pasaba el tiempo, mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad. Tenía miedo.
Yo los volvía a cerrar, y buscaba la protección que me daba esa sensación de estar a oscuras. No ver nada me protegía contra lo que pudiese haber en aquel lugar desconocido. Pero todo esto no era lo peor, sino la sensación de notar la presencia de algo o de alguien. Me pasé un buen rato temblando y apretando los ojos para que no se me pudieran abrir de ninguna manera. Pasado un tiempo ya no tenía tanto miedo, quizás era porque no me había sucedido nada, pero de repente una corriente de aire cerró la puerta con un fuerte golpe que me despertó.



Una lucha diferente

De repente, una noticia le dio mucho que pensar sobre un tema que hasta el momento lo había vivido de lejos.
Cuando el médico le dio los resultados se quedó totalmente bloqueada. No sabía qué hacer, ni cómo reaccionar, y menos aún qué pasaría con ella. Ella solo reía, y le decía al médico que esto no le podía estar pasando a ella. Después de calmarse un poco y aceptar la única y dura realidad, se dio cuenta de que a pesar de todas las dificultades que se le presentaban, todo tenía solución. Lo que le quedó claro desde aquel momento, fue que tenía que luchar, ya que era la única esperanza, “su única esperanza”. Por mucho que nosotros la intentásemos ayudar, no podíamos, ya que esa era su batalla, y lo único que le podíamos ofrecer era nuestro apoyo. Y así fue como a partir de ese momento empezó su lucha contra el cáncer.

Marta López, 3ºB

jueves, 3 de febrero de 2011

Cuando empezó septiembre


Mi nombre es Ana Heinz, vivo con mi familia en Polonia, mi padre es un humilde músico y mi madre trabaja en la pastelería de la calle de enfrente. Tengo un hermano que busca trabajo, pero es muy holgazán, mi padre siempre le riñe porque dice que es un vago. Mi otro hermano tiene 16 años, estudia en el mismo colegio que yo y para ganar un poco de dinero reparte diariamente periódicos por el pueblo. Estudio en el colegio de la plaza Santa María, es un colegio bueno, me gusta, pero a veces los chicos mayores se pelean y tiene que venir el profesor a separarlos. Me da mucho miedo cuando esto ocurre, por eso nunca me acerco por donde están. En la hora del recreo juego con mi mejor amigo, se llama Abraham. Es muy buena persona y muy valiente, además de inteligente y buen jugador de fútbol.

Día 31 de agosto
Son las 9 de la mañana y todavía no he desayunado. Hoy mi familia está muy alterada, dicen algo sobre un ataque; yo no entiendo qué está pasando pero estoy muy asustada, todos están haciendo las maletas, mi hermano me ha dicho que me prepare para partir.
Ya he hecho la maleta, he metido en ella la ropa que más abriga y mi peluche de osito preferido, lo tengo desde que nací y nunca me he separado de él. Le he dicho a mamá que quería despedirme de Abraham, vive a dos casas de la mía. Cuando llegué y le expliqué lo que pasaba me dijo que fuera valiente y que pronto nos volveríamos a ver. Mis padres se despidieron de los suyos con grandes abrazos y palabras de ánimo.
Le pregunté a mi papá a dónde nos íbamos, me dijo que teníamos que salir de Cracovia e ir a Eslovaquia porque había muchos alborotos entre el gobierno y soldados que venían de Alemania.

Día 1 de septiembre
Muy pronto por la mañana, todavía de noche fuimos a coger el coche. Después de un rato oímos un ruido horrible que nos asustó mucho; de repente una especie de tanque empezó a disparar a los coches que estaban por allí, incluidos nosotros. Los disparos alcanzaron a mi hermano mayor, matándolo al momento; también hirieron a mi padre. Yo estaba llorando, mi madre gritaba encima de mi hermano muerto mientras mi padre intentaba coger algo de dinero de la maleta al tiempo que nos decía que teníamos que huir. Salimos del coche y empezamos a correr hacia el bosque. Cuando anocheció todos corrimos hasta llegar a una granja abandonada, donde pasamos la noche; en ese momento aunque estábamos cansados y no habíamos comido nada caímos rendidos en la paja del granero. Oí llorar a mis padres por todo lo que había pasado hoy. Yo ya echaba de menos a mi hermano y no podía dejar de pensar en él.
Cuando desperté vi que ya era de día, el cielo estaba nublado y llovía, me incorporé y pregunté en voz alta qué íbamos a hacer; mi papá respondió que no lo sabía pero que nos quedaríamos en esa granja hasta que mamá pudiese curarle el brazo. A media tarde vimos a unos soldados que se dirigían hacia nosotros; nos escondimos pero fue inútil, nos encontraron. Dispararon, mataron a mi padre y mi madre, desesperada, salió de su escondite conmigo de la mano. Nos metieron en un camión y nos dirigimos a la ciudad donde había unos soldados alemanes apuntando a un grupo de madres y a sus hijos que subieron al camión donde estábamos nosotras. De allí nos llevaron a la estación para meternos en un tren. Encontré a Abraham y a su familia muertos de miedo al igual que nosotras. Me alegré al pensar que mi hermano no estaba allí y había podido escapar.
Todos teníamos un triste destino, pero eso es otra historia.

Nil Taulé, 3ºA

La chica roja


Hay pueblo muy lejano llamado Rojo. Todos los habitantes que vivían en ese pueblo tenían algo de color Rojo. Algunos tenían un brazo rojo, otros tenían la cara roja, otros con el pelo rojo y otros con todo rojo.
El pueblo en sí era rojo, menos el cielo y el agua.
Había una niña que vivía en ese pueblo, pero ella tenía un problema, tenía todo el cuerpo rojo y por eso se tenían que ir a vivir a otro lugar. Su familia estaba compuesta de cinco miembros: el padre, que se llamaba Juan, la madre que se llamaba Maribel, el hermano que se llamaba Toni, la hermana que se llamaba Celia y ella que se llamaba Eva. Su padre Juan y su madre Maribel no tenían trabajo en el pueblo Rojo, entonces lo mejor era irse al pueblo de al lado a buscar trabajo. Hicieron las mudanzas y se fueron al pueblo que se llamaba Blanco.
Los niños de ese pueblo eran todos blancos.
Llegaron allí, arreglaron los papeles e inscribieron a sus hijos en el colegio. Al día siguiente los niños tenían que ir al colegio; se presentaron pero resultaba que los otros niños eran blancos y ellos tres eran completamente rojos. Los niños de la clase se pusieron a reír. Los tres hermanos se pusieron a llorar, y se sentaron al final de la clase. A los dos minutos entró la profesora; al ver que los tres niños nuevos estaban llorando, la profesora castigó a toda la clase menos a los tres hermanos. A la hora del patio los tres hermanos se pusieron a jugar. Entonces toda la clase se acercó a ellos y le pidieron perdón.
Había un niño que sabía una cosa que los otros no sabían. Todos los niños de esa clase querían saber lo que sabía ese niño. El niño dijo: “Esta tarde a las cinco quedaremos en el campo todos juntos para que os explique la historia que nadie sabe”. Un niño le preguntó ¿"cómo que lo sabes tú?". Él respondió:"Yo lo sé porque el otro día jugando con la tierra me encontré un periódico de hace siglos".
Eran las cinco, era la hora de ir a la montaña. Estaban todos reunidos y el niño empezó a explicar. Estaba diciendo que había una cueva mágica y que un mago hizo un hechizo y convirtió cada pueblo en un color, pero el mago no se acordó de deshacer el hechizo; al poco tiempo el mago murió.
Los niños querían deshacer el hechizo para que todo volviera a la normalidad. Al otro día, que era fiesta, los niños quedaron para deshacer el hechizo; cogieron el mapa que había encontrado el niño con el periódico. Encontraron la cueva y lo deshicieron, así todo volvió a la normalidad.
Todo esto era un ensueño de la niña que de mote la llamaban la chica roja.

Kenia Saura, 3ºA

miércoles, 2 de febrero de 2011

El cazador


El cazador se encontraba solo en el bosque, le acompañaba su escopeta, mas él no hallaba presa alguna.
Llegó la noche y estaba lejos de su casa, se había perdido.
Sin esperanza, juntó unas cuantas ramas de un árbol y con la ayuda de unas piedras, montó una pequeña cabaña.
Había conseguido un poco de paja que le servía de almohada, mas la noche crecía junto con el frío, y el sueño huía de él.
En el silencio de la noche se escuchaban los aullidos de los lobos y el miedo crecía en su interior. Un poco más tarde escuchó pasos de lobo; asustado cogió la escopeta sujetándola fuertemente entre sus manos. El lobo olió y detectó el miedo del cazador. Un segundo más tarde, se lanzó a la cabaña; el cazador disparó pero no acertó, y el lobo pudo sujetar la escopeta. Rápidamente sacó el cuchillo que llevaba consigo y se lo hundió en el cuello. Recuperando la escopeta, disparó al lobo y la victoria fue suya.
Ya amanecía y como el hambre lo dominaba preparó leña e hizo una hoguera en la cual coció al lobo.
En su soledad recordaba su antigua vida con su familia y su hogar, e intentaba olvidarla pensando en su situación.
Fue así como el miedo desapareció de él y el sueño lo visitó; durmiéndose así, ya no despertó.

¡FIN!

Tot de Déu Herrera, 3r A

martes, 1 de febrero de 2011

CURS 2010-2011: ELS ALUMNES DE 3r D'ESO D'AQUEST CURS TORNEN A ESCRIURE TEXTOS LITERARIS

EL HOMBRE POLILLA

La historia enigmática y curiosa del hombre
polilla comenzó en un pueblo cuyo nombre no recuerdo. Unos chavales jóvenes mataron a un amigo suyo por accidente y lo escondieron donde nadie lo podía encontrar. Los familiares de este joven lo buscaban y le preguntaban a toda la gente que lo conocía, incluso a sus amigos; pero los amigos le decían que no lo habían visto. Al cabo de diez años se volvieron a reunir todos los amigos en el mismo pueblo. Entonces, a partir de allí, volvieron a ver aparecer al hombre polilla intentando matar a todos, uno por uno. Solo podía entrar a nuestro mundo reflejándose en el cristal; entonces así consiguió matar a cuatro de los amigos. Al final quedaron solo dos de los amigos, los cuales consiguieron matarlo, pero antes de que lo mataran él se reencarnó en una chica.

Marc Raventós, 3ºA