jueves, 3 de febrero de 2011

Cuando empezó septiembre


Mi nombre es Ana Heinz, vivo con mi familia en Polonia, mi padre es un humilde músico y mi madre trabaja en la pastelería de la calle de enfrente. Tengo un hermano que busca trabajo, pero es muy holgazán, mi padre siempre le riñe porque dice que es un vago. Mi otro hermano tiene 16 años, estudia en el mismo colegio que yo y para ganar un poco de dinero reparte diariamente periódicos por el pueblo. Estudio en el colegio de la plaza Santa María, es un colegio bueno, me gusta, pero a veces los chicos mayores se pelean y tiene que venir el profesor a separarlos. Me da mucho miedo cuando esto ocurre, por eso nunca me acerco por donde están. En la hora del recreo juego con mi mejor amigo, se llama Abraham. Es muy buena persona y muy valiente, además de inteligente y buen jugador de fútbol.

Día 31 de agosto
Son las 9 de la mañana y todavía no he desayunado. Hoy mi familia está muy alterada, dicen algo sobre un ataque; yo no entiendo qué está pasando pero estoy muy asustada, todos están haciendo las maletas, mi hermano me ha dicho que me prepare para partir.
Ya he hecho la maleta, he metido en ella la ropa que más abriga y mi peluche de osito preferido, lo tengo desde que nací y nunca me he separado de él. Le he dicho a mamá que quería despedirme de Abraham, vive a dos casas de la mía. Cuando llegué y le expliqué lo que pasaba me dijo que fuera valiente y que pronto nos volveríamos a ver. Mis padres se despidieron de los suyos con grandes abrazos y palabras de ánimo.
Le pregunté a mi papá a dónde nos íbamos, me dijo que teníamos que salir de Cracovia e ir a Eslovaquia porque había muchos alborotos entre el gobierno y soldados que venían de Alemania.

Día 1 de septiembre
Muy pronto por la mañana, todavía de noche fuimos a coger el coche. Después de un rato oímos un ruido horrible que nos asustó mucho; de repente una especie de tanque empezó a disparar a los coches que estaban por allí, incluidos nosotros. Los disparos alcanzaron a mi hermano mayor, matándolo al momento; también hirieron a mi padre. Yo estaba llorando, mi madre gritaba encima de mi hermano muerto mientras mi padre intentaba coger algo de dinero de la maleta al tiempo que nos decía que teníamos que huir. Salimos del coche y empezamos a correr hacia el bosque. Cuando anocheció todos corrimos hasta llegar a una granja abandonada, donde pasamos la noche; en ese momento aunque estábamos cansados y no habíamos comido nada caímos rendidos en la paja del granero. Oí llorar a mis padres por todo lo que había pasado hoy. Yo ya echaba de menos a mi hermano y no podía dejar de pensar en él.
Cuando desperté vi que ya era de día, el cielo estaba nublado y llovía, me incorporé y pregunté en voz alta qué íbamos a hacer; mi papá respondió que no lo sabía pero que nos quedaríamos en esa granja hasta que mamá pudiese curarle el brazo. A media tarde vimos a unos soldados que se dirigían hacia nosotros; nos escondimos pero fue inútil, nos encontraron. Dispararon, mataron a mi padre y mi madre, desesperada, salió de su escondite conmigo de la mano. Nos metieron en un camión y nos dirigimos a la ciudad donde había unos soldados alemanes apuntando a un grupo de madres y a sus hijos que subieron al camión donde estábamos nosotras. De allí nos llevaron a la estación para meternos en un tren. Encontré a Abraham y a su familia muertos de miedo al igual que nosotras. Me alegré al pensar que mi hermano no estaba allí y había podido escapar.
Todos teníamos un triste destino, pero eso es otra historia.

Nil Taulé, 3ºA

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